Justicia Social en el software para la Comunidad Organizada

Durante su clásica disertación del 9 de abril de 1949 en el primer Congreso Nacional de Filosofía, y ante una platea de altas luminarias, Juan Perón explica las concepciones Capitalistas del software privativo y la contrapone a la justicialista manera de ver el software libre.

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El software de un pueblo no es un problema técnico. Es un problema social.

En los últimos cien años, el mundo se ha visto envuelto en enconada lucha entre los imperialismos dominantes. Esta pugna no se ha reducido sólo a la conformacion de esferas de influencia o primacía geopolítica, sino también ha alcanzado a los hombres en cuanto a su realización humana, espiritual y social.

Si bien estos preceptos han sido muy estudiados y son conocidos en su rol fundamental, debemos estar atentos pues también se aplican al uso de los equipos informáticos.

No podemos negar que el Capitalismo nos ha dado la industria y la máquina, multiplicadores del trabajo. Gracias a ellos, el hombre se tecnifica y la politica se racioanliza a medida que la vida colectiva adquiere mayor complejidad. Pero así como estos emprendimientos han hecho avanzar a la humanidad, cargan en su génesis crímenes contra ella. En particular, el Capital no han tenido prúrito al aplicar el concepto técnico de Computación Personal y el concepto social del consumidor de software.

La escala personal en la informática prevista por el Capital, nos ha llevado a contar con equipos informatizados reducidos conceptual y legalmente al uso de un individuo único, o más adecuadamente, al pecunio de una persona. Desde el punto de vista del equipo en sí, han priorizado el empleo de alta potencia computacional para un individuo aislado, en un modelo de desperdicio y rápida obsolescencia. No sólo nosotros;  la Tierra ya se muestra incapaz de soportar tal afrenta.

Desde el punto de vista del software, estas oligarquías se han decantado por los softwares de tipo privativo. Han establecido como meta perniciosa la creación y educación de consumidores, obligados a contar en sus equipos con una única copia de programas de desconocido funcionamiento interno, al que solo es posible operar a través de una opaca "interfaz de usuario" (cualquiera sea ésta, con cualquier limitación que pudiese tener). Tal consumidor podrá crear contenidos, pero jamás poseerá el software de creación ni podrá modificar su operatoria.
He dicho que los Acuerdos de Licencia de Usuario Final (EULA) - verdaderas cadenas legales que apresan al software - no tienen por objetivo formar tanto un "usuario", sino mas propiamente, un consumidor. Muchos piensan que el combustible en esta particular filosofía puede ser en metálico, a cambio del paquete de software que nos es necesario. Quienes así lo vean encontrará que  esta transacción no es en particular la más corriente. La transacción más común es la de hacernos con un software a cambio de las inalienables libertades  que tenemos como usuarios.
 
Especialmente, las libertades de conocer y modificar el código que del programa. Estas libertades suelen parecen escasas al neófito, ya que sólo puede dársele uso efectivo por alguien quien domina la técnica de la informática, sea analista, programador, etc. Incluso de esta forma, deben defenderse y afianzarse, pues el conocimiento interno del uso del software permite continuar con su desarrollo, mejorarlo, y fundamentalmente, entenderlo, amarlo, y hacerlo crecer.

Quien así no lo haga, caerá en el oscurantismo típico del software privativo. Su consecuencia más evidente será el de la obsolescencia cierta del programa, pues solo opera "de la manera en la que fue concebido, sin posibilidad a modificarse, salvo por el autor". Es una carrera en la que sólo ganan los grandes, y pierde el resto. Bajo este esquema de la vergüenza, el software privativo será fagocitado por los tiempos pues para funcionar, este engranaje tiene que ser lubricado bastante seguido con ese óleo que todos suponen: el oro de su consumidor. Y ese oro nunca es eterno.

En nuestro país ya sabemos cómo termina el cuento. Tal es así que desde el Justicialismo comprendimos que esto tiene que superarse. La filosofía justicialista del software libre nos trae programas similares a los anteriores si los miramos desde la técnica y arte, pero que son completamente superiores desde lo filosófico-doctrinario. Un Software Libre tiene en su código algo más importante que un lenguaje de programación: lleva en su interior la Justicia Social.
Su concreción ya no se limita al consumo personal, sino que está orientada a integrarse en un sistema mayor, que hemos de llamar la Comunidad Organizada. Esta comunidad organizada está compuesta por trabajadores, por creadores, sus idearios, pensadores, y sus usuarios. Los primeros serán los encargados de mejorar el programa teniendo en vista su razón social de ser, y conservando para sí y para los demás todas las libertades del uso de un programa bajo la bandera de la justicia y la libertad.

Los últimos, los usuarios, no lo serán mas que de nombre. Se convertirán en Apóstoles del software libre, quienes además de darle uso evangelizan al prójimo sobre sus ventajas, promueven su manejo, y critican sus inconvenientes. Esta Comunidad Organizada es la que hace imperecedero verdaderamente al software. Es la que hace uso de la doctrina que lo mueve en su propio fin de liberación.

En esto, los usuarios pasan verdaderamente a ser engranajes de la máquina. Dejamos de referirnos meramente a un sistema informático, y con mayor propiedad podremos referirnos a un organismo socio-técnico que más que por el vil metal, es movido por el corazón.

Son todas las aspiraciones del software libre aquellas condiciones altruistas que el ser humano puede proveer y provocar únicamente con el amor. Es estaa la gran diferencia entre un sistema y otro.

Si planteamos una sociedad libre, es natural que su software también lo sea. Un software que interese y tenga estas características, jamás caerá en la obsolescencia, ni morirá.