Geopolítica de la inteligencia artificial e integración digital

POR SALLY BURCH

Sally Burch • 
Ecuador/r.u.

Publicado en el nro.1 de la revista "Humanidad en RED".

https://humanidadenredrevista.files.wordpress.com/2023/01/revista_redh2023_num1_final.pdf

Periodista, Directora ejecutiva y cofundadora de la Agencia
Latinoamericana de Información (ALAI). Miembro del grupo coordinador del
Foro Social de Internet; cofundadora del Foro de Comunicación para la
Integración, del Foro para una Internet Ciudadana. Coordinó el Programa
Mundial de Apoyo a las Redes de Mujeres para la Asociación para el
Progreso de las Comunicaciones (apc). Autora de diversas publicaciones
sobre las corporaciones mediáticas y el derecho a la información, sobre
el derecho de ciudadanía a la información y a la comunicación y sobre la
internet ciudadana. Integrante de la redh Ecuador.


Existe una pugna por la dominación global de esta nueva economía, cuyos
principales contendientes hoy son ee.uu. y China y sus respectivas
empresas transnacionales.

Las tecnologías digitales se han convertido, desde hace un par de
décadas, en uno de los sectores más dinámicos del desarrollo económico.
Esto se ve con mucha más claridad en los últimos años, con el despegue a
gran escala de la inteligencia artificial (IA) y la Internet de las
cosas (IoT, por su sigla en inglés).

Se habla ahora de una cuarta revolución industrial o la “Industria 4.0”,
donde ya no se trata solo de la automatización digital de funciones y
empleos ya existentes, sino de la transformación digital, que implica
crear nuevos modelos de producción y negocio, sobre la base de las
nuevas capacidades que permiten la innovación y convergencia
tecnológica, el procesamiento masivo de datos y el aprendizaje
automático (machine learning). Entre ellos está la llamada “economía
colaborativa”, cuyos ejemplos van desde Wikipedia (que reivindica ser el
mayor proyecto de recopilación de conocimiento jamás realizado en la
historia de la humanidad, y se basa en colaboraciones voluntarias),
hasta Uber (empresa que innovó al monetizar una plataforma para conectar
taxistas con pasajeros).

En paralelo, en los últimos tiempos se ha desatado una pugna por la
dominación global de esta nueva economía, cuyos principales
contendientes hoy son ee.uu. y China y sus respectivas empresas
transnacionales. Europa, Rusia y algunos otros países, si bien tienen
algún nivel de desarrollo en IA, han quedado muy atrás de los dos
líderes.

La carrera por dominar la inteligencia artificial Esta evolución camina
a la par de una acelerada concentración del control de las tecnologías
digitales en manos de un puñado de Megacorporaciones transnacionales. En
lo que va del siglo, esta concentración abarca, entre otros, la
infraestructura clave (como cables submarinos y servidores raíz); los
sistemas operativos para usuarios (Windows/ Microsoft, MacOS/Apple,
Android/Google); las plataformas más utilizadas (principalmente los
llamados GAFAM–Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft).

En todo ello, domina ee.uu., como lo evidencia el hecho que los gafam
(incluyendo aquí a Microsoft) ya ocupan los primeros lugares de
valoración en la bolsa, superando a las petroleras.1 Pero China está
ganando terreno velozmente, con sus propias corporaciones: en particular
Alibaba (comercio electrónico que ya superó a Walmart como la mayor
empresa de venta minorista del mundo), Tencent (proveedor de servicios
de Internet) y el buscador Baidu.

Justamente, desde 2014, China desarrolla una política de Estado de
fomento de la innovación tecnológica, con apoyo tanto a sus mayores
empresas digitales como a un gran número de start-ups, en todo su
territorio nacional. Hace un año, el Consejo de Estado difundió su
propuesta (ver Lee 2017)2 para llegar a ser el número uno del mundo en
IA para 2030. Un componente clave de esta política es la educación, en
todos los niveles, para formar expertos, investigadores y trabajadores
cualificados.

Varios estudios demuestran que, con mayor cantidad de datos para
analizar, mejores resultados arroja la IA. Por ello, China considera que
tiene al menos dos ventajas comparativas: ␟ una población numerosa que
constituye una base masiva de usuarios que le permite manejar mayores
cantidades de datos; y ␟ una sociedad con similitudes a otros países en
desarrollo, también con poblaciones numerosas.

Su apuesta sería captar el mercado de IA principalmente en estos últimos
países, por su mejor capa cidad de desarrollar aplicaciones adaptadas a
sus particulares necesidades. A su vez, ello significará el acceso a más
datos y mejor IA. Alibaba, Baidu y Tencent, entre otros, ya están
invirtiendo fuertemente en la IA y minería de datos. Por su parte, los
gafam, entendiendo las ventajas tecnológicas de China, están invirtiendo
en la economía digital china. Google, por ejemplo, anunció en diciembre
pasado la apertura de un centro de investigación en IA en Beijing, con
600 científicos e ingenieros, en su mayoría chinos.

Hay quienes consideran que la pugna por el dominio en el plano
tecnológico es, justamente, lo que está detrás de la guerra comercial
que inició ee.uu. contra China. Jorge Castro, ex Secretario de
Planeamiento Tecnológico de Argentina, estima que en el fondo, lo que
busca ee.uu. es frenar las inversiones de las empresas estadounidenses —
principalmente las gafam— en el desarrollo de alta tecnología en China.

“Ahora China requiere la inversión que se orienta hacia los segmentos de
punta del sistema transnacional de producción, de elevada productividad
e intensa capacidad de creación de valor agregado, lo que significa
esencialmente que es la que proviene de ee.uu. y Europa, sobre todo
Alemania”,3 afirma Castro. Entonces, para enfrentar a China, no le
quedaría otro camino a ee.uu. que establecer una relación de fuerzas
favorable a sus intereses vitales. El analista añade que: “Esto ocurre
en un mundo que se ha integrado plenamente, y donde la globalización ha
adquirido un ritmo vertiginoso arrastrada por la instantaneidad de la
revolución tecnológica. Por lo tanto, la puja por el poder global es una
parte estratégicamente decisiva del esfuerzo de integración. Competencia
e integración son un solo fenómeno histórico”.


¿Hacia un proyecto digital latinoamericano?

En América Latina, el desarrollo de IA está bastante incipiente, y en
muchos países ausente. Sin embargo, en cada vez más áreas, tanto el
sector privado como las entidades y servicios públicos contratan los
servicios de IA de las corporaciones transnacionales. Ello implica
entregar, a menudo gratuitamente, grandes cantidades de datos, que se
convierten en fuente de enriquecimiento de las empresas extranjeras, y
no del país que los entrega; y por lo general sin ninguna exigencia de
transferencia tecnológica.

Hoy, cuando las redes digitales están integradas mundialmente y los
bienes digitales transitan libremente a través de las fronteras, el
mundo ha ido tejiendo formas novedosas de integración económica y
cultural. América Latina forma parte de este tejido, pero por lo general
de manera subordinada, en la medida en que carece de políticas de
soberanía tecnológica y, en muchos casos, de las condiciones adecuadas
de infraestructura, conectividad, almacenamiento y manejo de datos,
inversión en innovación, etc. Mientras tanto, las potencias tecnológicas
presionan para que los Estados acepten la imposición de reglas de
“comercio electrónico” que favorezcan a sus propias empresas dominantes,
como se discute actualmente en la Organización Mundial de Comercio4 y se
han plasmado en varias negociaciones de tratados de libre comercio. De
poco serviría a la región aceptar tales reglas, que coartarían sus
posibilidades de desarrollar su propia capacidad tecnológica.

La Comisión Económica para América Latina (cepal), por su parte,
recomienda la creación de un mercado común digital latinoamericano, que
ofrecería


a nuestra región una oportunidad de integración económica que permitiría
adquirir escala y desarrollar economías de red, lo que no se logró con
las viejas tecnologías.5 La cepal reconoce que habría que superar varios
obstáculos para lograr una tal integración, incluyendo, entre otras, la
falta de coordinación en materia de estándares y regulación, además de
carencias en infraestructura y transporte de mercancías. En este
sentido, se ha impulsado la Agenda Digital para América Latina y el
Caribe, que se viene discutiendo en el marco de eLAC (proceso regional
que surgió a raíz de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la
Información, desde 2005).

Llama la atención que, aun en su momento de mayor auge, las iniciativas
integracionistas como unasur y celac tuvieron poco presente el tema. Es
decir, ha quedado prácticamente limitado al ámbito de los Ministerios de
Telecomunicaciones (principales actores del eLAC), con su enfoque
prioritario al negocio de las telecomunicaciones y (en un segundo nivel)
la inclusión digital. 

Parece que estamos aún lejos de una comprensión global de las
dimensiones y desafíos de la nueva era digital, que demandaría
desarrollar un enfoque integral que priorice la creación de capacidades
locales y soberanía tecnológica. El potencial para pesar en el escenario
mundial sería mucho mayor con políticas concertadas regionalmente; sin
ellas, América Latina arriesga volver a nuevas formas de dependencia.