Narrativa feminista en torno a la autonomía tecnológica La Imilla Hacker La Imilla Hacker forma parte de un grupo de mediactivistas bolivianas. Atraída por el punto de convergencia entre política, tecnología y género, produce el podcast "El Desarmador", un espacio para analizar nuestro relacionamiento con la tecnología a partir de nuestras voces latinoamericanas. Read more "Los futuros maestros de la tecnología tendrán que ser compasivos e inteligentes. La máquina domina fácilmente lo adusto y lo simplón" - Marshall McLuhan “El medio es el mensaje”, decía McLuhan hace más de cincuenta años, tratando de explicar que cada medio en particular, al transmitir una serie de mensajes concretos, condiciona en cierta medida el significado de la información que se recibe [1]. No es menos cierto hoy, a pesar de la llegada abrupta de la era digital y los cambios que ésta ha supuesto para las formas en las que nos comunicamos y nos relacionamos. Nuestro impulso por estar comunicadas y siempre al día con las novedades nos ha llevado en la última década a usar las herramientas de comunicación y plataformas de difusión, donde la moneda de intercambio son nuestros datos personales. Una vez que metieron el pie en la puerta de nuestros ámbitos privados, desde los colectivos de índole social y política nos dijimos, con a lo sumo una tenue resistencia, que éste era el altavoz que estábamos esperando y el lugar donde teníamos que estar, y que éste era un medio nuevo que nosotras dominábamos mucho mejor que los dinosaurios de los oligopolios mediáticos. No hay mucha discusión sobre que la plataforma más extendida al día de hoy en la región latinoamericana – en Bolivia al menos con certeza–, sea el Facebook. Es una relación que en principio comenzó con la sutileza de un servicio gratuito que alojaba tus fotos para que las pudieras compartir con tus amigas; algunos años después, y bajo el toque de la varita mágica del monopolio de las comunicaciones, se ha ido convirtiendo en una relación de dependencia y una pérdida de control asimétrica. Sabemos que algo no andaba bien, pero pensar en cerrar nuestra cuenta de Facebook es cuanto menos problemático. En cuanto a la decisión personal es casi siempre impensable, salvo que se tenga claro que se pasará a gozar del más absoluto ostracismo, y en el ámbito de los colectivos, inevitablemente se argumenta que “necesitamos” de su capacidad de difusión, y es ésa una capacidad muy difícil con la que competir: ¿con que otra plataforma lo reemplazamos?. Se ha convertido casi en un dogma que prescindir de estas empresas que no existían hace quince años supondría perder en cierto grado nuestra capacidad de convocatoria y difusión. Nos enfrentamos a un panorama que nos exige repensar nuestras elecciones comunicativas y diferenciar una decisión estratégica colectiva, de una cierta inercia atada a la tecnologia. Quizás también nos toca escoger el lugar donde queremos estar en el triángulo entre visibilidad, seguridad y autonomía