#Idlers

Contemplaba hace unos instantes un cuadro de Maurice Pendergast, "The Idlers", "Las ociosas", y me ha hecho recordar lo negativo que era ese nombre cuando se aplicaba a la gente que no trabaja, que no hace nada "productivo", que no da ni golpe, por decirlo a la manera coloquial española.

En Sociología política se habla, con menosprecio, de las clases ociosas, pero, sin ir más lejos, yo, desde que me he jubilado, pertenezco a un grupo administrativo de nombre ciertamente humillante, se mire como se mire: clases pasivas del estado.

Aún más, en ese paso delicado de la infancia a la adolescencia y, más en particular, de esta a la edad adulta, hay palabras que consideramos ofensivas o degradantes como "perezoso" o " flojo", que compiten en mala intención con otras de la misma familia: "inútil" , por ejemplo, que esparcen su desdoro en otros campos léxicos aledaños al trabajo, tales como la habilidad o el sentido del orden, la limpieza y la disciplina.

Hay, sobre  todo en los últimos tiempos, una abundante literatura crítica sobre el trabajo,, así que no me detengo en ello. No, sino más bien en lo que llamaba, en un artículo que publiqué durante el confinamiento, "Elogio del aburrimiento" , que aquí podríamos llamar elogio de la pereza -más que del ocio, muy contaminado ya por la sociedad del espectáculo y el consumo: esa desgana de hacer cosas útiles, de tirarnos a la bartola, tan olvidadas por la ideología de la Ilustración y el progreso, que a tan mal traer nos traen...