La quimera del equilibrio
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Lo primero que hay que erradicar de nuestras mentes es la
idea, extremadamente arrogante, de que los humanos somos el
centro del cosmos. Existimos como una más de las múltiples
formas vivients que ha hollado la faz de la Tierra; al igual
que el resto de los seres vivos, pereceremos como especie,
así lo revela la evidencia evolutiva. Somos fugaces, ¿qué
sobebia nos hizo pensar que existeremos por siempre?.

Otra imagen perniciosa es la del equilibrio. Suponer que la
vida en la tierra está «en armonía» es faltar al conocimiento
más confiable. La evolución ha sido una sucesiva serie de
desastres que han aniquilado a los seres que vivieron en
determinada época. Pero la noción es atractiva. Veamos cómo
se presenta: «Durante miles de millones de años, las plantas
absorbieron bióxido de carbono atmosférico y agua, generando
oxígeno. En algún momento, la atmósfera de la Tierra se
estabilizó alrededor de un equilibrio químico de gases que
se ha mantenido hasta hoy, o, mejor dicho, hasta ayer».
¿Quién perturba el equilibrio? Nuestra especie; más
específicamente, las sociedades industriales y también en
las preindustriales en cualquiera de sus variedades.

El cambio climático, etre otros desórdenes ambientales, es
consecuencia de acciones asociadas a la especie humana. «Y
si miramos en general a los gases invernadero en la
atmósfera, de los cuales el CO2 es el más importante, estos
gaeses alcanzaron 280 partes por millón —PPM— alrededor de
1800. Dos siglos después, la concentración llega a 370 PPM y
las predicciones de la United Nations Environment Programme
—UNEP— apuntan a 460 PPM para 2030».

La conclusión de varios ambientalismos es: ¡conservemos el
equilibrio del entorno!, pero los datos disponibles apuntan
a que el planeta es un sistema en constante transformación
que arrasa con los ambientes que se habían consolidado. La
Tierra es más bien una «matrona» que devora inclemente a sus
hijos y no la tierna «madre» que generosa e indefensa cuida
de sus criaturas. Esta anología es una manía muy utilizada
por el ambientalismo: atribuir a la naturaleza rasgos
humanos que no tienen nada que ver con la realidad y que en
rigor son culturales. A partir de la información más
reciente, las emanaciones tóxicas del interior de la tierra
han desatado, al menos, tres cataclismos que aniquilaron,
casi totalmente, las formas de vida al concluir el periódo
pérmico, terminando el triásico y al finalizar el cretácico.

La idea de equilibrio ha impedido ver lo que climatólogos y
geólogos han documentado: el clima en la Tierra está en
constante cambio. Las causas que alteran el clima son
diversas, repasemos de manera sucinta algunas: las
variaciones lentas pero cíclicas en la excentricidad de la
órbita y en la orientación e inclinación del eje terristre
modifican patrones de evaporación y de precipitación, así
como las características de las estaciones. Como resultado
tenemos que el clima pasa por periodos breves cálidos a
épocas de fŕio extremo. Esas oscilaciones de temperatura
repercuten en la circulación del sistema conjunto océanico
atmosférico impactando de manera global y tempral las
temperaturas. El calor de la tierra y las precipitaciones se
mueven de forma distinta en cada periodo. Otra serie de
transformaciones en el clima, de menor impacto y duración,
son causadas por periodos de intensa actividad volcánica y
solar.

Es un hecho que, a partir del día en que empezamos a
recorrer este planeta, hemos empezado a alterar
paultainamente todos los entornos que hemos habitado. Dadas
las tendencias cíclicas de los cambios climáticos de la
Tierra, actualmente estaría empezando una era glacial que se
ha visto frenada por las actividades humanas a partir de que
usamos el fuego a gran escala hace 40 mil años, aumentando
al final del pleistoceno —cuando empezaron la agricultura y
la ganadería—, tendencia acentuada por la industrialización.
Como ha mostrado William F. Ruddiman, los cambios climáticos
ocasionados por la humanidad con la mecanización de la
producción de bienes, datan de tiempos del inicio
sistemático de la producción de plantas y animales.

Para finalizar, es importante aclarar que un tipo de
ambientalismo exalta a las sociedades pretéritas suponiento
que estaban en «armonía» con la naguraleza. Pero es un hecho
que todas las sociedades alteran su entorno conforme a su
capacidad tecnológica. En otras palabras, la historia humana
puede ser vista como una sucesión de catástrofes.