Cambio climático. ¿otro signo apocalíptico? ========================================== La educación y los medios de comunicación han divulgado la idea del deterioro del medio y la urgente «preservación» de la «naturaleza». El ambientalismo ha puesto a cabalgar en las mentes de las audiencias un quinto jinete montando un potro vigoroso y aterrador: «el cambio climático», una expresión actualizada de las calamidades por venir, que conforman un escenario propio de una distopía. Los «siervos profetas» contemporáneos suelen poner en circulación panoramas sombríos que sustentan con «evidencias». Sin lugar a dudas destaca Al Gore, galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2007. Y desde la más alta academia mexicana, Ugo Pipitone expone con elocuencia un llamado de alerta que pretende superar la dialéctica de la Tierra Prometida versus el Apocalípsis. No se trata de eximir a la especie humana de las profundas modificaciones que ha realizado sobre los ecosistemas, pero resulta inadecuado recurrir a ideas falsas basadas en la sensiblería y el alarmismo para alentar el cuidado del ambinete, pues sólo si los ciudadanos tienen un concepto informado, reflexivo y crítico de la evolución de la vida en el planeta, tendrían actitudes más constructivas hacia el entorno. Para que el lector no se confunda, el poner en tela de juicio la forma en que se ha manejado la idea del cambio climático no supone avalar el deterioro ambiental; al contrario, es momento de modificar las práctias de extracción, distribución, producción, consumo y desecho de bienes. La reflexión sobre los fenómenos ambientales suele estar dominada por ideas que son asumias como verdades absolutas porque no se someten a debate, a controversia; se rigen en dogmas y se cancela toda posibilidad de diálogo con otras opiniones. Prece obvio señalar que para evitar el dogmatismo es prudente que toda propuesta sea criticada y revisada a la luz de la evidencia y de otras posiciones. És es la naturaleza de la ciencia. La historia de esta forma de pensamiento muestra que para generar nuevos conocimientos es necesario un prudente escepticisimo. Así, «no cabe duda de que la ciencia, en todo caso, siempre implica cierto grado de incertidumbre. Si hay una posibilidad de duda, tarde o temprano algún investigador interesado en el tema se dará cuenta. Por esta razón, nuestras afirmaciones suelen ir acompañadas de palabras como "probablemente", "al parecer", etcétera. Sabemos muy bien que un pequeño cambio puede echar por tierra nuestra interpretación». Nos jactamos de vivir en la era de la información pero no desarrollamos una actitud crítica ante la avalancha de datos que nos aplasta. Es más, el hombre de la calle demanda certidumbres que aclaren sus horizontes ante el vértigo de las noticias que lo agobian. Ideas para el consumo, revestidas de credibilidad, nada más. ¿Controversias?«No, gracias—responde—, la ciencia lo ha demostrado». Nos vanagloriamos de ser ciudadanos en sociedades laicas, pero ante la duda, levantamos nuevas verdades absolutas. HOy, el cientificismo ocupa el sitial que antaño tenía la religión. El quehacer científico ha sido deformado por sus divulgadores más destacados y obtusos: la escuela y los medios de comunicación. Y al gran público le han ofrecido una grotesca caricatura de la forma en que se lleva a cabo la investigación científica. De modo que conocimientos que son profundamente discutidos y evaluados son presentados como dogmas. Es por esto que en el último reprorte presentado por el panel de expertos en cambio climático de las Naciones Unidas —IPCC, por sus siglas en inglés— se acordó manejar este tema como un asunto probabilístico, con todas las formalidades matemáticas del caso, para así evitar afirmaciones que podrían malinterpretarse, especialmente hablando de fenómenos meteorológicos extremos y escenarios climáticos de largo plazo que estamos aprendiendo a modelar. Hacia el final del siglo XX, ante la urgencia de detener el deterioro ambiental se erigió la certeza de que el cambio climático, encarnado en el calentamiento global causado por las sociedades industriales, estaba acelerando el fin de los tiempos. En general, en el ámbito teórico, los fundamentalismos se fortalecieron, y la idea del cambio climático fue convertida por el sistema escolar y los medios de comunicación en una mercancía más de consumo. Así, se apuntaló como una moda presentada además como incontrovertible: todos somos «expdertos» en el tema.